Si se nace con los pies torcidos hacia adentro, casi 80 grados, si además se tiene una pierna 6cm más larga que la otra y si, encima, se tiene torcida la columna vertebral parece absolutamente imposible que se llegue a ser un gran deportista, ni siquiera simplemente un deportista. No obstante, uno de los grandes futbolistas de todos los tiempos nació con todos esos problemas, sufrió además una aguda poliomielitis de niño y llegó a ser un ídolo mágico precisamente en el país donde los magos abundan. ¡Ah, también fumó desde los diez años!
Era tan feo, tan torpe y tan veloz de niño que uno de sus hermanos lo bautizó Garrincha (nombre de un pájaro de Matto Grosso que tiene esas características) pero se llamó Manuel Francisco Dos Santos, nació en Pau Grande, Rio de Janeiro, en 1933 y murió en 1983, a los 49 años, dejando tras de sí una historia con sabor a leyenda que lleva consigo la diversión y la tristeza en el mismo relato.
Por el Mundo
Comenzó su carrera profesional en Botafogo, de Rio de Janeiro, en 1956, permaneciendo allí hasta 1964. Con este equipo logró tres títulos nacionales. Pasó a Corinthians, de San Pablo, hasta 1968. Ese fue el año en que hizo su única presentación defendiendo a un equipo colombiano, cuando pasó al Junior de Barranquilla, equipo con el que jugó un solo partido, contra Independiente Santa Fe, ante un estadio Romerio Martínez que se llenó para verlo jugar, según las crónicas de la época.
Volvió a Brasil para unirse al Flamengo en 1969 y en 1971 fichó para el Red Star París, volviendo a Rio de Janeiro en 1972 para cerrar su carrera defendiendo al Olaria carioca.
Jugó en tres Copas del Mundo (1958, 1962 y 1966), consagrándose campeón en las dos primeras, junto a figuras de la talla de Pelé, Zagallo, Didí y Amarildo, entre otros. Defendiendo a Brasil ostenta otro récord difícil de superar, pues jugó 60 partidos de los cuales ganó 52, empató 7 y perdió solo 1.
En 1962 fue considerado el mejor jugador del Mundo y es uno de los grandes íconos del fútbol brasileño y mundial. Resulta inefable la descripción que hizo de él el sicólogo de la selección brasileña, Joao de Carvalahaes, cuando lo vió por primera, calificándolo de “débil mental no apto para desenvolverse en un juego colectivo”.
‘Hay que dársela …’
En los test psicofísicos para el Mundial de Suecia 1958 sacó 38 puntos, contra los 123 necesarios para subirse al avión hacia Estocolmo. Condenado a dejar el fútbol por ese test, Nilton Santos, lateral izquierdo de Botafogo encabezó un movimento interno dentro del plantel donde brillaban Didí y Vavá que dio sus frutos y Manoel dos Santos, Garrincha, consiguió un asiento hacia Europa.
La táctica de ese equipo del ‘58 es recordada aún por los periodistas deportivos: "Hay que dársela a Garrincha".
Muchas fueron las descripciones tuvo que su estilo de interpretar el fútbol, pero todas coinciden en describirlo como único. Aquí va una de las tantas, de autor anónimo: “Nunca nadie ha tenido la valentía de hacer los regates, las fintas, los amagos y las jugadas hasta la línea de fondo que hizo Garrincha. Tenia una clase individual prodigiosa y aprovecho la banda derecha como nadie. Daba igual el marcador que le pusieran, Garrincha siempre le regateaba una, dos o tres veces antes de poner el balón al compañero mejor colocado”.
Garrincha murió a los 49 años de edad, en la miseria. Su cuerpo fue velado en el estadio Maracaná y cubierto con la bandera del club al que le regaló sus mejores años, Botafogo.
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